La reivindicación de los derechos de la niñez o el regreso al paraíso terrenal
«Las penas deben ser severas y los jueces indulgentes»; «Las penas deben ser severas para no tener que recurrir a ellas». (Proverbios chinos).
Desde mediados del siglo pasado, los niños fueron abandonados y criados sin amor ni pedagogía en sus primeros siete años de vida, etapa en la que se forman el carácter y el temperamento: actitudes, aptitudes, apetencias, gustos, vocaciones, aficiones, y todo tipo de complejos.
Los argumentos anteriores y las siguientes sentencias:
“Donde hay amor sobran las leyes» (Platón)
«Donde no hay amor, todo son dificultades “ (Sor Teresa de Calcuta) ;
“Ama y haz lo que se te venga en gana” (San Agustín)
Diseñan las bases de una filosofía de amor y pedagogía tendiente a la formación integral de los niños y las niñas.
Al respecto dice Rousseau*2: “Todo está bien al salir de las manos del autor de la naturaleza, todo degenera en las manos del hombre” En consecuencia, la formación del niño es bien sencilla: dejar que su naturaleza se desenvuelva libre y espontáneamente, con una seguridad y protección semejante a la que le brindaba el vientre materno. Proceso equivalente a la elongación de las manos de Dios.
En suma: “La humanidad está perdida, pero si hay una tabla de salvación, esa es el amor”. Pero el amor como todas las virtudes no se enseña ni se aprende, se inculca en el niño en sus primeros siete años de vida, tal como se describe en:
El País o región del mundo que opte por estas estrategias, estará de regreso al paraíso terrenal, en donde no habrá guerra ni ejércitos ni jueces ni cárceles, ni códigos penales. La policía y los jueces serán de instrucción. Los hospitales estarán dedicados a curar enfermos congénitos, atender accidentados, y a prácticas holísticas, Las clínicas psiquiátricas se reducirán al mínimo.
Separe ya su lugar en el «cielo terrenal» con la divulgación de este trabajo como cuota inicial.